-Se están arrojando proyectiles…- anuncia Romano en los descuentos del partido Nacional-Danubio, refiriéndose a los objetos que vuelan de la popular tricolor hacia la parcialidad danubiana.
Culmina el partido. Los jugadores de Nacional se retiran cabizbajos rápidamente hacia el vestuario. Los danubianos festejan su victoria efusivamente junto a su gente.
-Uuuhhh, abrieron un agujero en el alambrado de la tribuna de Nacional- comenta Romano con un tono de preocupación. Las cámaras enfocan a un puñado de jóvenes que se infiltran a la cancha por medio de dicho agujero. En un principio los hinchas del decano del fútbol uruguayo se mantienen de su lado de la cancha, alejados de los jugadores danubianos.
-Ahora está entrando la barra de Danubio…- dice el popular relator conocido por todos, con una modulación nerviosa, de cierta manera anticipando lo que podía ocurrir. Los jugadores de Danubio ya evacúan la cancha, dejando a ambos grupos de mercenarios inmorales que se hacen llamar hinchas solos, en lo que pasará de ser una cancha de futbol a convertirse en un circo de lucha romano.
Unos pocos sensatos de ambos hinchadas están en el círculo central, haciendo de mediadores para tratar de evitar lo inevitable. Ellos son esa minoría que siguen haciendo uso de la razón, pero igual no pueden frenar a masas de gente cuyo único objetivo en la vida es de una vez por todas destruir el fútbol a través de la violencia.
Yo mantengo una hipótesis, donde propongo que tal como nosotros observamos el pasado y no podemos comprender cómo gente iba al circo romano a matarse para entretener a las masas; futuras generaciones miraran hacia atrás y se preguntarán incrédulos cómo alguien puede ir a una cancha de fútbol y asesinar al otro porque tiene una camiseta cuyos colores difieren de los suyos.
Como el lector probablemente ya debe saber, la entrada de ambas parcialidades rivales a la cancha no pudo tener otro final que no sea el de una barbarie salvaje de hombres cuyo comportamiento se asemeja más al de animales que al de seres humanos.
-¡Esto es una atrocidad, esto es inaudito!- exclama Schelza desaforado, -pero lo quiero decir ahora, ¡no veo a un sólo policía dentro del terreno de juego!-
Enseguida las cámaras dejan de enfocar la fiera batalla para mostrarnos a un grupo de diez o quizás quince coraceros que se hallan fuera de la cancha, mirando como espectadores de lujo quizás el mayor combate que hemos visto en una cancha de futbol.
Que no me malinterprete el lector, mi idea no es echarle la culpa de estos sangrientos hechos a los pobres policías, que cobran miserias mientras arriesgan su vida día a día. Creo yo que el culpable es quien no le daba la orden de actuar a estos coraceros, y yendo más allá la culpa es del Ministerio del Interior como conjunto, y si le tengo que apuntar mi dedo a alguien se lo apunto a nuestra querida ministra del interior, la señora Daisy Tourne.
Quiero decirle a nuestra ministra, que contó con bastante suerte, porque si hubiese habido alguna muerte en este barbárico acontecimiento, hoy, creo yo, que la ministra estaría buscando un nuevo trabajo, probablemente de menor prestigio…
2 comentarios:
Lo mismo de siempre... el gobierno falla una vez más.
Ojo, no es un tema partidario, esta misma frase "el gobierno falla una vez más" la utilicé cuando estaban los colorados y también cuando estaban los blancos.
Solo quiero decir que el gobierno debe controlar y ejecutar, sino puede, que renuncie y deje de renovarnos la plata.
FE DE ERRATA: Quise decir ROBARNOS la plata no RENOVARNOS la plata.
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