jueves, 18 de diciembre de 2008

Nacional 1-0 Peñarol: Un clásico de perros


No sé si el lector se enteró de lo ocurrido luego del clásico disputado el pasado Domingo 14 de diciembre. La sorpresa unánime de la gente fue que no aparecieron las típicas camionetas policiales para mantener el orden. Las camionetas que sí asomaron fueron las de las perreras para llevarse a los veintidós perros que se disfrazaron de jugadores de fútbol y entraron a la cancha del Estadio Centenario (ya lo sé, el chiste no fue malo, fue espantoso, pero estamos cerca de fin de año, estoy cansado y eso afecta a mi creatividad).

Yo me considero un seguidor del fútbol uruguayo, pero con todo respeto, había jugadores que ni siquiera los técnicos sabían quiénes eran. A mí me ponen delante a Gaston Filgueira y a Mathias Rodriguez, y honestamente no tengo la menor idea cómo son sus caras. Por el otro lado, estos nuevos muchachos, Asconegui, Piriz, Medina, ¿Quiénes son? Yo honestamente cuando miré las alineaciones pensé que eran las del partido de reserva…

El día del clásico fue cuando verdaderamente me alegré y me sentí contento de pagar mes a mes Tenfield y poder ver los partidos. ¿Saben por qué? Imagínense escucharlo por la radio, habían dos Caballeros, dos Medinas, y terminaron habiendo dos Piriz, si alguien marcaba un gol el espectador no sabía si gritarlo o no…

Imagínense lo que habrá sido el partido que el jugador más trascendente fue el Morro García, ¡que no tocó la pelota! Entró, forcejeó, le hicieron un penal, y lo echaron… Sólo en futbol uruguayo…

Además, ¡el jugador del partido fue Darío Rodríguez! Creo que esta frase habla por sí sola, y de cierta manera resume lo que fue el encuentro. Con todo respeto hacia Darío, tuvo sus buenos momentos, pero ya cumplió su ciclo, ya fue, y que jugando a su edad ahorcado por sus propios pantalones, que termine como el jugador del partido… Inimaginable…

Escuchando la crónica de Darwin Desbocatti del partido no pude estar en mayor concordancia: los jugadores jugaron a dejar salir la pelota afuera. Siempre que venía el balón hacia ellos, en vez de pararla y salir jugando, no, se daban vuelta y miraban como se iba para afuera, mientras algún rival del otro equipo los punteaba por detrás. Eso de cierta manera explica porque Darío salió como jugador del partido, ¿no? Por lo menos Darío lo hace bien, con el traste súper gigante que posee, y no como Melo (si el pelado zaguero de Nacional que pretende ser Paolo Montero y no está ni a la altura del Bombón Meneses), que trató de dejarla salir y casi resulta en gol del aurinegro…

Mensaje para los técnicos: Recibí varios emails de la intendencia pidiéndome que les diga que las perreras ya están repletas y que dejen de darles sus perros porque no tienen espacio. De paso, ¡ensénenles a sus perros a jugar!

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