Todos sabemos lo que es estar deprimido (¡y el que piense que no que deje de mentirse ahora!). La depresión a causa de amores es la más común; mas que común, comercial, teniendo en cuenta todo lo que músicos y escritores han facturado con este tema. También tenemos depresiones familiares, laborales, filosóficas, entre muchas otras. Pero hay una depresión que se repite sistemáticamente en la vida de todos los seres humanos: No salir el sábado por la noche.
Todos lo hemos vivido: ese esperado sábado a la noche, con tanta expectativa generada alrededor…justo me enfermo, o tengo que estudiar, o tengo partido a las 8 de la mañana del otro día. Alguna de estas razones, o similares, son las que provocarían que un ser normal se quede en su hogar un sábado a la noche (de quedarse en su casa un sábado a la noche sin sufrir ninguno de los anteriores infortunios, tengo que decir que estoy en presencia de un lector que caería dentro de la categoría de “freak”).
Ese sábado donde lo único que observamos son las paredes de nuestras casas, nos invade un oscuro y amargo sentimiento, una depresión que lentamente nos carcome internamente. Es un sentimiento indescriptible, solo vivible.
Lo peor viene al otro día, cuando uno le pregunta a su amigo:
-¿Y? ¿Cómo estuvo la noche?
-¡Espectacular! ¡No sabes lo que te perdiste!- es la respuesta del hijo de puta.
Probablemente la noche ni siquiera haya estado tan buena, habrá sido una noche más. Pero constantemente hacemos eso, le exageramos la verdad al que no pudo estar presente.
Redondeando, no hay peor depresión que la del sábado a la noche.